Aproximaciones a la migración popular venezolana

Mayo 2022

Por Andrés Antillano, Chelina Sepúlveda, Carla Chacón y John Dávila*

A pesar de la magnitud de la migración venezolana y de la relevancia que ha adquirido en la opinión pública en todo el hemisferio, son pocos los trabajos rigurosos en los que se ha intentado comprenderla. La novedad del fenómeno y la primacía de multilaterales y ONG en el tratamiento del tema —con frecuencia atravesado por una lectura sobresimplificada e instrumentalizada— han contribuido a su opacidad e incomprensión.

Estas lecturas dominantes tienden, entre otros puntos, a presentar una imagen de la migración como homogénea y uniforme, desdibujando clivajes esenciales para entender su complejidad. En tal sentido, en este trabajo nos proponemos una aproximación a lo que hemos denominado la migración popular venezolana, definida por su origen popular y por darse entre sectores sociales marcados por la exclusión, por un cierto predominio masculino y por concentrase en la franja etaria de entre 18 y 35 años. Se trata de una migración sur-sur, que tiene como destino los países vecinos de la región, con desplazamientos por vía terrestre, usando medios precarios y con frecuencia por etapas. Una migración circular, pendular y transnacional, que no rompe del todo los vínculos con la comunidad de origen. Los migrantes retornan con frecuencia, por periodos variables, para luego volver a migrar, y se desplazan continuamente por distintos destinos, impulsados por los cambios en los mercados laborales, las regulaciones y el movimiento de sus redes sociales, alimentando sobre todo economías informales e ilegales en los países de destino, como mano de obra barata.

Para esto, completamos 45 entrevistas a migrantes y sus familiares, realizamos observación de campo en las comunidades de origen y de destino, dialogamos con dirigentes sociales, periodistas, expertos, autoridades, miembros de entidades de atención y otros informantes clave, y revisamos documentos, informes y otros datos secundarios. Además del trabajo en Venezuela (en Caracas y la frontera), realizamos entrevistas y observación en las poblaciones colombianas de
Cúcuta y Villa del Rosario (La Parada), en Norte de Santander; Saravena, Arauca y comunidades rurales en el departamento de Arauca, y Medellín, así como un par de entrevistas por medios remotos en Ecuador y México.

Los que migran

Los sujetos de nuestro estudio migraron entre 2016 (aunque con algunos intentos fallidos poco antes) y mediados de 2021. Los primeros en irse son hombres jóvenes que se desempeñaban, hasta poco antes de su partida, como empleados asalariados de la administración pública o la empresa privada. Luego partieron trabajadores por cuenta propia que no pudieron lidiar con la contracción económica, amas de casa (o mujeres sin actividad económica o ingresos formales) y, finalmente, familias enteras o miembros rezagados de familias migrantes. Ellos provienen de barrios populares y periferias empobrecidas de las grandes ciudades, de sectores populares de ciudades intermedias y de pueblos y asentamientos rurales. En su mayoría, incluso en los casos de familias migrantes, no superan los 40 años de edad.

Sobre sus motivos, nuestros sujetos señalaron principalmente la insuficiencia de los ingresos, la carestía y el desabastecimiento, el alto costo de la vida, la carencia de empleo con un salario adecuado, la falta de perspectivas y expectativas de una vida mejor. Algunos adujeron razones instrumentales, como comprarse una casa, un carro o cualquier fin acotado. Buena parte tiene como expectativa conseguir suficiente dinero para regresar, establecer un negocio o mantenerse por un tiempo sin mayores presiones en el país. Algunos tienen como principal propósito enviar dinero a su familia o, incluso, mantener una actividad económica en su comunidad de origen con sus ingresos en el lugar de destino.

Los primeros viajeros explicaron su decisión porque los salarios no eran suficientes y por el desabastecimiento, mientras los más recientes se refirieron al alto costo de la vida y la falta de oportunidades. Aunque se trata de una muestra pequeña y no representativa, podríamos proponer como hipótesis que las primeras oleadas de migración popular estuvieron impulsadas por la erosión del salario y del trabajo formal (en efecto, entre los sujetos entrevistados, pocos de los que migraron en esos primeros años vivían de la economía informal, a diferencia de los que migraron en tiempos más recientes); mientras que la segunda ola se daría por dinámicas de exclusión mucho más severas, que limitan otros mecanismos y fuentes de ingresos informales, incluyendo las ayudas de familiares migrantes.

De acuerdo a los testimonios recopilados, muchos de los primeros desplazamientos fueron facilitados por los viajes subsidiados por el
Estado (por medio del sistema Cadivi1, vigente hasta 2016), que permitió a los futuros migrantes explorar potenciales destinos y mercados laborales, así como construir redes iniciales para su inserción. Las redes familiares en los países de destino operaron de manera similar en el caso de los descendientes de migrantes retornados. Otro mecanismo pareciera ser el de las personas que se dedicaron al comercio legal y sobre todo al contrabando (bachaqueo) con países vecinos. Pero en los años posteriores, el número de familiares, amigos y conocidos en los lugares de destino es lo suficientemente importante como para que puedan funcionar como redes y nichos para la recepción de los nuevos migrantes. Todos nuestros informantes dieron cuenta de una cantidad significativa de familiares y amigos cercanos en el exterior, a diferencia de lo que ocurría en el caso de los primeros desplazamientos. Es decir, se han instalado redes sociales y familiares que, por su densidad, permiten una rápida inserción de los recién llegados.

 

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* Andrés Antillano es profesor de la Universidad Central de Venezuela (UVC); Chelina Sepúlveda es investigadora del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) y profesora de la UCV; Carla Chacón y John Dávila son investigadores de IDEA.