El triunfo de Petro y la administración de las expectativas

El pasado 19 de junio, Gustavo Petro y Francia Márquez derrotaron a Rodolfo Hernández y Marelen Castillo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Tal resultado marca un parteaguas en la historia de Colombia, al elegir por primera vez un gobierno de izquierda con un programa de cambio centrado en la garantía de derechos sociales, la solución política del conflicto armado y la justicia ambiental.

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Café y petróleo

“El coronel destapó el tarro del café y comprobó que no había más de una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con oxido de lata”. El coronel, un veterano de las guerras civiles que no encuentra café suficiente para llenar una taza, espera una carta postergada con noticias sobre su pensión. Una carta que no llega, una espera que no termina, una carencia perpetua. El coronel no tiene quien le escriba, ni tiene quien lo dote de café, aunque viva en un país cafetero. La escena inicial de la novela es un fragmento que opera como microcosmos de la vida nacional: la continuidad de la privación y la incertidumbre, las consecuencias de las guerras inacabadas y la persistencia de la inseguridad social.

Gabriel García Márquez firmó su novela en enero de 1957, meses antes del fin de la última dictadura. Luego vendría el Frente
Nacional1, la aplicación a medias del modelo cepalino2, el nacimiento de nuevas guerrillas, una reforma agraria fracasada, una modernización del Estado a medias, la emergencia del narcotráfico, el ascenso del paramilitarismo, los acuerdos de paz frustrados, los acuerdos de paz exitosos, la implantación del modelo neoliberal, la nueva Constitución, la crisis de la agricultura, el despojo organizado de tierras, la crisis del UPAC3, las locomotoras megamineras, los nuevos acuerdos de paz… pero seis décadas después, la falta de café para llenar las tazas sigue marcando la vida, aunque ya no sepamos si somos un país cafetero.

Colombia es un país repleto de acontecimientos que cada semana se juega una coyuntura decisiva, mientras parece impermeable a cambios genuinos. Las guerras se han conjugado con las desigualdades y el clientelismo se ha complementado con la persecución violenta a movimientos sociales y partidos de oposición. De ahí que la victoria de la dupla de Gustavo Petro y Francia Márquez en las recientes elecciones presidenciales marque un parteaguas en la historia de Colombia, al menos por tres razones.

Con la excepción de una breve experiencia en 1854 4, Colombia no ha tenido un gobierno de corte populista, democrático, o de izquierda, ni una presidencia encabezada por dirigentes ajenos al poder político tradicional, blancomestizo y vinculado a las élites económicas. Petro será el primer presidente de izquierda, el primero cuyo origen político no está ligado a los partidos liberal y conservador, y cuyo origen de clase no tiene relación con la dirigencia de los grupos empresariales que integran el consejo gremial. Márquez, por su parte, no solo comparte esos rasgos con Petro, además es la primera vicepresidenta afrocolombiana y la primera ambientalista en ocupar ese cargo.

En segundo lugar, el nuevo Gobierno llegará a la Casa de Nariño con el compromiso de ser la primera administración que tenga como objetivo central atacar la desigualdad. En dos siglos de vida republicana, ninguno de los sucesivos gobiernos ha impulsado políticas de amplio alcance para reducir la desigualdad en el ingreso, los activos financieros, la propiedad de la tierra, el desarrollo regional y el acceso a pensiones. Desigualdad que tiende a afectar con mayor rigor a las mujeres, a los pueblos indígenas, a los afrocolombianos y a los habitantes del campo. Tal propósito involucrará revisar el modelo económico neoliberal y hacer ajustes cruciales en materia tributaria, pensional, en política de tierras, en la economía del cuidado y en las medidas afirmativas en género, generación y pueblos étnicos.

Por último, en contravía de la mayoría del progresismo latinoamericano, tanto Petro como Márquez tienen posturas claramente antiextractivistas. En su discurso de victoria del pasado 19 de junio, Petro interpeló al progresismo latinoamericano, planteando dejar de pensar la justicia social, la redistribución de la riqueza y el futuro sostenible sobre la base de los altos precios del petróleo, el carbón y el gas. Márquez, por su parte, fue protagonista de la lucha contra la megaminería en los territorios afro del norte del Cauca. Tal posición se opone al núcleo del modelo económico impulsado entre el final del siglo XX y el inicio del XXI, cuando Colombia pasó de ser un país cafetero para convertirse en una economía dependiente de la exportación del petróleo y del carbón. A partir de los noventa, la promoción de la exportación de minerales, hidrocarburos y otros commodities, junto con las gabelas para el capital financiero, impulsaron un modelo que ha priorizado la acumulación concentrada de capital en el corto plazo por encima de la generación de trabajo y el fortalecimiento del aparato productivo a mediano y largo plazo. De ahí que el conjunto de los sectores intensivos en capital componga dos terceras partes del PIB, pero apenas cree una tercera parte del empleo. Por lo anterior, la visión política del Gobierno electo implicaría cambios frente al poder político tradicional, frente a la orientación económica del Estado y frente a la comprensión del ambiente y la territorialidad.

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1 El Frente Nacional fue el acuerdo político al que llegaron las dirigencias de los dos partidos tradicionales, liberal y conservador, tras su enfrentamiento en la violencia de mediados de siglo y la dictadura de Rojas Pinilla. La base del acuerdo era generar un frente común para compartir la dirección del Estado y alternarse el poder presidencial para así evitar nuevos enfrentamientos armados. El Frente Nacional abarcó el periodo comprendido entre 1958 y 1974, aunque evitó la confrontación armada entre liberales y conservadores, limitó la participación política de movimientos y partidos alternativos al bipartidismo tradicional.

2 Alusión a las políticas sugeridas por la Cepal (Comisión Económica para América Latina) tras la Segunda Guerra Mundial, cuyo núcleo era la búsqueda de industrialización por sustitución de importaciones con una fuerte intervención estatal.

3 Unidad de poder adquisitivo constante. Instaurada en el gobierno de Misael Pastrana (1970-1974), era una medida usada para calcular los costos de los créditos de vivienda. En el gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002), hijo de Misael, una grave crisis ocasionada por especulación financiera generó la pérdida de viviendas ante la dificultad de pagar las créditos por el aumento del UPAC.

4 El breve gobierno del militar José María Melo, un socialista apoyado por los artesanos proteccionistas, comprendió entre abril y diciembre de 1854. Melo fue reemplazado por José de Obaldía tras un golpe de Estado. Tras su derrocamiento viajó a México, donde apoyó las tropas de Benito Juárez.