¿El inicio de una transformación democrática en Colombia?

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Entrevista con Alejandro Mantilla[1] sobre el paro nacional realizada por el equipo de la Fundación Rosa Luxemburg Oficina Región Andina[2]

¿Cuál es el balance provisional del paro? ¿Qué se ha logrado?

Hay varios niveles para abordar la pregunta. En primer lugar, en estos veintidós días de paro se logró detener una reforma tributaria que fue el principal acelerador de la movilización. Ayer cayó una reforma del sistema de salud, que también era objeto de crítica por buena parte de los manifestantes y de los movimientos por el derecho a la salud. La movilización logró detener dos propuestas claramente neoliberales, avaladas por el Gobierno y la derecha colombiana, que iban a agravar la situación de la clase media y de la clase trabajadora en su conjunto, tanto en materia fiscal como en materia de salud. De entrada, tenemos dos leyes muy lesivas que fueron detenidas, dos contrarreformas claramente neoliberales. Además, dos integrantes del gabinete de Iván Duque, el ministro de Hacienda y la canciller, renunciaron gracias a la presión ciudadana. Sin embargo, lo más importante del paro no se mide por esos logros, lo más importante es que genera otras convicciones y otras creencias en la política colombiana.

El paro expresa un rechazo al modelo económico y al régimen político vigentes, es decir, es un enjuiciamiento a todo lo que representaba el uribismo en los últimos veinte años, y al modelo neoliberal en los últimos treinta. En Colombia, el uribismo redefinió buena parte del régimen político y, como alianza de clase y expresión política de la derecha colombiana, hoy está siendo impugnado. También es una impugnación al modelo económico neoliberal y extractivista. Hay un rechazo tanto al régimen político como al modelo económico.

Incluso podríamos ir más allá. El pueblo indígena Misak tumbó la estatua de Sebastián de Belalcázar, en Cali, y días más tarde la de Gonzalo Jiménez de Quesada, en Bogotá. De modo que no solamente hay un gesto de rechazo al régimen político y al modelo económico, también hay un rechazo a los valores derivados de la herencia colonial, un rechazo a la élite blanca, al racismo estructural.

Cuando uno mira las movilizaciones, ve iniciativas que tienen una presencia muy fuerte de mujeres jóvenes, o expresiones de mujeres trans que encabezan algunas marchas, tanto en Medellín como en Bogotá. Aquí hay un rechazo de buena parte de los valores establecidos y, para mí, este es el principal logro del paro. Realmente ha mostrado cómo en Colombia hay un cambio de las convicciones, de las creencias y las emociones frente al régimen político, al modelo económico imperante, y también al racismo estructural y al patriarcado.

Parecen muy importantes, ¿pero son logros estructurales?

Ahí se abre la discusión de cuál va a ser la temporalidad de una posible transición política, porque es claro que la sociedad está cambiando y la dinámica de la movilización lo muestra. Pero la gran pregunta es si vamos a tener un cambio en el corto o mediano plazo, o si se va a demorar más. A pesar de cómo termine el paro, aquí hay un cambio, hay una evolución, pero los ritmos de ese cambio son un enigma.

¿Cuántas víctimas ha creado la represión estatal?

Esta ha sido una situación fuerte y muy dolorosa de este paro en Colombia.

La respuesta del régimen ha sido una respuesta de estado de excepción. No se ha declarado constitucionalmente la figura de “conmoción interior”, pero en la práctica hay un estado de excepción. Colombia hoy es una democracia, pero funciona con unos niveles de violencia que tienen poco que envidiarle a una dictadura. El Gobierno nacional ha respondido a la movilización con violencia extrema. Cuantitativamente, hay muchas dudas; si tú me preguntas cuántas víctimas ha creado la respuesta estatal, no lo sabemos con certeza. ¿Por qué? De acuerdo a las organizaciones que están haciendo seguimiento de las violaciones a derechos humanos, hoy tenemos por lo menos medio centenar de víctimas fatales, medio centenar de personas asesinadas en el marco de la represión policial. Pero hay razones para ser escépticos porque –aunque esas cifras salen de un trabajo muy juicioso que hacen organizaciones no gubernamentales, como la Campaña Defender la Libertad, o el grupo Temblores– creo que está siendo muy difícil registrar todo lo que pasa en regiones rurales y apartadas de los centros urbanos. Incluso tengo razones para pensar que las organizaciones no logran registrar mucha de la violencia que se presenta en las periferias urbanas de Medellín, de Bogotá o de Cali.

No tenemos certeza de cuántas víctimas de violaciones de derechos humanos se han producido en medio del paro, a pesar del valioso trabajo de las organizaciones defensoras de derechos humanos que hacen esos registros. Tampoco tenemos certeza de cuántas agresiones sexuales ha generado la policía contra las mujeres, aunque hay cifras aproximadas. En buena medida, lo anterior es resultado de una realidad política: el Gobierno de Duque tiene bajo su control los organismos del Ministerio Público, tanto la Procuraduría como la Defensoría. Así que no hay un organismo estatal independiente, con cobertura nacional, que nos aporte una estadística digna de confianza. Más allá del número de víctimas, que está por establecerse, me parece más importante denunciar ciertas prácticas represivas. Por ejemplo, durante los primeros días de la movilización, en ciudades como Cali o como Pasto, la fuerza pública acondicionó recintos deportivos masivos, estadios y coliseos, para encerrar a manifestantes, como al inicio de la dictadura chilena. Insisto, el nivel de represión estatal no tiene nada que envidiar a muchas dictaduras. La capacidad movilizadora y la solidaridad internacional logran limitar la brutalidad, así como el trabajo de las organizaciones defensoras de derechos humanos, pero la represión estatal ha sido desbordada.

¿Cuáles interpretas como las causas estructurales que mantienen la movilización por más de veinte días? Has dicho que dos contrarreformas neoliberales han sido derogadas, sin embargo, la gente sigue en las calles. ¿Cuáles son las causas de fondo?

En Colombia se generó una sociedad del “no-futuro”, como consecuencia del modelo neoliberal. La gente más joven no sabe cuál va a ser realmente su porvenir porque el Estado colombiano no brinda posibilidades de forjar un proyecto de vida a mediano y largo plazo. Buena parte de la juventud de los sectores populares en el país no tiene acceso a educación superior, no tiene acceso a un empleo con garantías y está sometida a una violencia cotidiana.

En el pasado, los sectores juveniles que se movilizaban tendían a reflejar cuatro tipos de procesos: las juventudes de organizaciones de izquierda, las expresiones contraculturales, el movimiento universitario y la renovación generacional de los movimientos sociales. Hoy, sobre todo en las ciudades, vemos una protesta barrial-popular masiva. Precisamente en los sectores sociales a los que han negado oportunidades desde el Estado, porque lo único que ofrece realmente el Estado es la violencia policial.

Se puede decir que hay un rechazo del modelo económico, del régimen político, del patriarcado y hasta de la matriz colonial. Todo eso es cierto, pero también hay un hartazgo de esa sociedad del no-futuro. Eso explica que muchos jóvenes, en muchas ciudades y también en los campos, digan que van hasta las últimas consecuencias. Muchas personas jóvenes en este paro asumen que es ahora o nunca. En ese orden, la movilización apunta hacia la búsqueda de esperanza contra la sociedad del no-futuro.

Y por último, también hay un catalizador crucial: el Gobierno impopular de Duque, que no ofrece salidas, que tiende a ser muy torpe, y a la vez muy represivo.

[1] Licenciado en Filosofía. Ha acompañado a diversas organizaciones campesinas, indígenas y sindicales en Colombia. Hace parte del comité editorial de la revista La Siniestra. En la actualidad es profesor ocasional del departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia e integrante del Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo, que impulsa la Oficina Región Andina de la Fundación Rosa Luxemburg.

[2] Ana Robayo, coordinadora de Comunicación; Ferdinand Muggenthaler, director de la Oficina Región Andina; y Leonardo Luna, coordinador de proyectos para Colombia.