La salud ecuatoriana, el botín político que cuesta vidas

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El sistema de salud ecuatoriano colapsó durante la emergencia sanitaria por la Covid-19. En abril, Ecuador se convirtió en el país más golpeado de la región y la ciudad de Guayaquil concentró la mayor afectación. La estrategia de comunicación del gobierno generó contradicciones entre sus funcionarios y los constantes cambios en las metodologías para obtener cifras de contagios y muertes no reflejaron la dimensión de la crisis.

En pocos días, tanto la infraestructura como el personal médico se vieron desbordados. Acciones demoradas y confusas por parte de las autoridades revelaron, además, deficiencias históricas de política pública y un escandaloso circuito de corrupción. La Dirección General de Registro Civil inscribió 18 918 muertes entre marzo y mayo por sobre el promedio de 2018 y 2019 en el mismo período.

Crónica de un desmantelamiento

La historia del sistema de salud de Ecuador podría explicarse sobre la base de ciertos hitos: la fundación del Ministerio del ramo, en 1967, y lo que el médico y escritor cuencano César Hermida Bustos llamó la “institucionalidad centralizada”, o la participación activa de organizaciones sociales como el movimiento indígena y el Consejo Nacional de la Mujer (Conamu), en la década de los noventa, son dos ejemplos. Sin embargo, la arremetida de la pandemia exige un vistazo a los sistemas de vigilancia epidemiológica como vértebras de la salud pública.

Cuando nació el Ministerio de Salud Pública (MSP), Ecuador contaba con 4,5 millones de habitantes. Este fue el último país del continente en crear la institución rectora de la política de salud. Habían transcurrido 137 años desde que naciera la república y, para entonces, la población ecuatoriana contaba tan solo con el Servicio Médico del Seguro Social —una sección del Instituto Nacional de Previsión como órgano superior del Seguro Social—, pero no había ninguna entidad sólida que se encargara de diseñar y aplicar políticas de salud.

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* Editor de la revista digital la barra espaciadora . Imparte clases en aulas universitarias llenas de gente curiosa que no esté dispuesta a matar a su niño, y canta en un bar para poder comer y, sobre todo, alimentarse.


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